Caravaca es sinónimo de peregrinación en la región de Murcia, y en ella todas las razas han dejado vestigios de su paso. Es una ciudad eminentemente monumental y entre todos destaca la Basílica- Santuario de la Vera Cruz.
El más genuino y primitivo santuario de este Lignum Crucis, en la Edad Media, era una de las torres que se integraba simultáneamente en el castillo interior y en la fortaleza exterior, coincidente en la actualidad con la capilla mayor de la que forma parte el presbiterio de la actual Real Basílica de la Vera Cruz. En ella se ubicaban, de forma escalonada, la Torre de la Vera Cruz, en la que se albergaba la Sagrada Reliquia y sobre la misma la Capilla de los Conjuros. La estancia interior de la Torre de la Vera Cruz se había convertido en una Capilla en la que estaba depositada la Santa Vera Cruz, desde su aparición en Caravaca, en el siglo XIII y época templaria en la zona.
Se trataba de un espacio bastante reducido, de ahí la necesidad de adosarle una nave, a modo de templo, ya existente en 1480, que estaba separada de la referida torre por una reja y que, en torno a 1494, a su vez había sido reformado, juntamente con la capilla de la Vera Cruz, por don Diego Chacón, Capellán de los Reyes Católicos y Vicario de la Orden de Santiago en Caravaca.
Durante el siglo XVI el culto a la Vera Cruz había experimentado un importante impulso, con peregrinaciones animadas por concesiones como la del Santo Jubileo de 1581, coincidente con las Fiestas de la Vera Cruz en Mayo, que hacían de la iglesia medieval un espacio insuficiente, a lo que habría de sumársele un importante deterioro. A partir de 1606, por el Concejo de Caravaca, se apuntó la necesidad de construcción de un nuevo templo y desde 1610 se hacen las primeras gestiones, echando mano del Duque de Uceda, Comendador de Caravaca y Valido del Rey desde 1616, para que intercediese ante Felipe III, en petición de apoyo económico para la nueva construcción.
El rey concedió su apoyo, en parte con dinero procedente de los moriscos expulsados de España, y en parte de su propio peculio. De ahí que este templo tenga el carácter de “real”, por ser éste el origen de su apoyo y promoción, y así consta, escrito en piedra, sobre el mismo. El templo fue inaugurado el 3 de mayo de 1703, si bien la portada no se culminaría hasta los años cuarenta del siglo XVIII
Desde el día 3 de diciembre de 2007 Benedicto XVI, quien en 2002, siendo Cardenal había oficiado Misa en el Santuario, por medio de la Congregación de Culto Divino y Disciplina de los Sacramentos, le otorgaría el título de Basílica Menor, con los atributos que ello comporta.
Desde el año 1998 es sede jubilar a perpetuidad, celebrando Año Santo cada siete, privilegio compartido en España únicamente con Potes (Cantabria) y Santiago de Compostela (Galicia). Fue el Papa Juan Pablo II quien, tras conocer los antecedentes jubilares y de indulgencias del Santuario, que se remontan prácticamente al siglo XIV, le otorgó esta especial prerrogativa católica. Características
El proyecto de esta iglesia, que con la excepción de las bóvedas se haría íntegramente de sillería, se le encargó al arquitecto carmelita Fray Alberto de la Madre de Dios, quien le infundiría las características del estilo herreriano o escurialense. Elías Tormo, en 1923, lo definió como “la mayor imitación que logró en España el templo de El Escorial”. Si bien la portada, al realizarse mucho más tarde, se incluye en las corrientes del barroco murciano y levantino del siglo XVIII, siendo seguramente José Vallés, Maestro de la Colegiata de Lorca, su proyectista.
El interior se caracteriza por una gran sobriedad de líneas, en las que la geometría juega un papel esencial y anuncia el racionalismo del barroco. Destaca el peculiar Presbiterio, dotado de dos capillas superpuestas y adaptado a la primitiva Torre de la Vera Cruz. Está dotada esta construcción de bóveda de cañón en la nave principal y de crucería en las laterales. Asimismo, al ser concebida como iglesia de peregrinación, también se le dotó de una tribuna que, conectando con el coro, prácticamente la circunvala. La cúpula descansa en un bello tambor con decoración de recuerdo renacentista pero plenamente escurialense.
En el exterior, en lo alto, entre un armonioso juego de volúmenes, destaca la Capilla del Conjuratorio, base de rituales que acompañaron a la Vera Cruz desde su aparición en Caravaca.
Por su parte la portada, a modo de retablo barroco en piedra, se caracteriza por su riqueza simbólica y decorativa, plena de armonía, en donde el juego de volúmenes, luces y sombras, dotan a esta obra de gran personalidad y belleza.
(Texto D. Gregorio Sánchez Romero). Fotos: turismocaravaca.org y regmurcia.com