Murcia es una región pequeña, encajada entre las llanuras manchegas, el levante valenciano y el sur andaluz. Y conserva un poco de las tres en sus paisajes y sus tradiciones. De Murcia se conoce poco: que se come bien, que tiene (o tenía) una famosa huerta y que cuenta con ciudades monumentales como Caravaca o Cartagena.
Pero hay muchas más cosas interesantes que ver. Estas son 12 de nuestras favoritas:
1. El Parque Natural de Calblanque.
Calblanque es la luz mediterránea, el viento cálido y el cielo infinito. Un largo arenal abierto a los vientos de Poniente y segmentado por varias calas que encajan como elipses doradas entre los negros roquedos de la sierra costera murciana. Todo un modelo de ecosistema mediterráneo sin contaminar, y a solo unos kilómetros de las torres de apartamentos de La Manga del Mar Menor. Arenas brillantes, acantilados oscuros y dunas fósiles de gran interés geológico que se reparten por igual en esta banda costera cercana al Cabo de Palos. Además, la zona es un importante hábitat para numerosas aves, como cigüeñuelas, garcetas, chorlitejos, flamencos, achibebes y avocetas. Solo los restos de algunas explotaciones mineras y dos núcleos de pequeñas casas cúbicas y encaladas —Covaticas y La Jordana— nos recuerdan el paso del hombre por Calblanque.
Más info. Oficina de Turismo de la Región de Murcia.
2. EL Valle de Ricote.
La Vega Media del río Segura es una comarca donde la impronta árabe lo domina todo: las costumbres, la historia, las técnicas de cultivo… Hasta el paisaje, más próximo a Oriente Medio que al continente europeo, parece beber de aquellos remotos días moriscos del Reino de Murcia. Junto a la vieja carretera entre Cieza y Archena, siempre pegada al río, los bancales se suceden milimétricamente surcados por tal infinidad de sendas y veredas que hay que nacer huertano para no perderse por ellas. En una orilla está Ulea, con sus casas de color azulete y sus calles frescas; enfrente, Villanueva, apiñada sobre una loma que domina el valle; más arriba, Ojós, con sus casonas nobles y su iglesia mudéjar; y un poco más arriba, Ricote, el pueblo que curiosamente da nombre al valle aunque sea el más alejado de las riberas del río. En Archena el río se embosca en un agradable y refrescante bosque de ribera. Allí, se construyó a principios de siglo el famoso balneario, heredero de una cultura del ocio en torno al agua que iniciaron los romanos y mejoraron más tarde los árabes.
Más info. Oficina de Turismo de la Región de Murcia.
3. Calas de Bolnuevo y Calnegre.
Buena parte de la costa murciana, la que va desde el límite con Almería hasta el Cabo de Palos presenta un perfil quebrado y montañoso, labrado a golpe de lajas de pizarra y calizas resecas cuyas escarpaduras terminan por morir en un mar casi siempre dócil y transparente. Entre el Puerto de Mazarrón y Águilas es donde este trozo de costa torturada alcanza sus mayores cotas de virginidad. Un territorio aún sin conquistar que empieza en la ciudad encantada de Bolnuevo, donde el viento ha modelado formas imposibles sobre amarillentos bloques de arenisca. Luego viene Punta de Calnegre, un paisaje casi africano atrapado en la misma soledad que invade toda esta costa murciana. Solo hay una forma de atravesar Calnegre pegado a línea del mar y es internándose por una pista de tierra en aceptable estado de conservación que culebrea entre alijares y ramblas pedregosas que desaguan el sobrante de las tormentas en unas playas de cantos redondos y negruzcos. Una ruta lenta, fatigosa para el vehículo, pero muy bella.
Más info. Oficina de Turismo de la Región de Murcia.
4. Teatro Romano de Cartagena.
Cartagena tiene ya poco que ver con el fantasma de ciudad post-industrial que fue. La apatía social y económica han dejado paso a una interesantísima oferta cultural entre la que destaca el Teatro Romano, descubierto de manera casi milagrosa al demoler la antigua casa palacio de los Condes de Peralta. Un gran espacio escénico que reposaba olvidado debajo del casco viejo de Cartagena: para devolverlo a la luz hubo que hacer desaparecer un barrio entero de casas viejas. Impresionante por su tamaño y por su estilo constructivo, el Teatro Romano se ha convertido en uno de los ejes culturales y monumentales de la ciudad. Gracias a este tirón, la ciudad ha iniciado una apoteósica entrada en el siglo XXI poniendo en valor todo su patrimonio histórico-artístico agrupado bajo la marca “Cartagena, Puerto de Culturas”, un espacio en el que interpretar y sentirse intérprete de 2.500 años de historia. Información.
Más info. Turismo de Cartagena.
5. Sierra Minera de la Unión.
Las minas de la sierra de La Unión huelen aún a carburo y salitre, pese a que llevan décadas cerradas. Su riqueza fue valorada ya en tiempo de los romanos, quienes tenían allí 40.000 esclavos y extraían plata por valor de 25.000 dracmas diarios. La fiebre de la minería causó un espectacular resurgir de la comarca en los años de entreguerras, hasta el punto de que la Unión fue conocida como la Nueva California. Pasados aquellos días de miseria y trabajo duro para unos y enriquecimiento rápido para otros, la sierra ofrece hoy algunos de los paisajes áridos más bellos de Murcia. Dos caminos permiten cruzarla y apreciar el escenario de bocaminas, escombreras y castilletes. Unos es la pista de tierra que enlaza el Llano del Beal con la carretera de Los Belones a Portmán. El otro, la carretera asfaltada que discurre entre Portmán y Escombreras sorteando alguna de las más espectaculares explotaciones a cielo abierto. Ambas llevan al corazón de un paisaje marciano creado por el hombre.
Más info. Turismo de La Unión.
6. Casino de Murcia.
Hasta mitad del siglo XX, la vida social murciana discurría, como en toda buena ciudad de provincias, en torno al Casino, construido en 1847 en estilo neoclásico. Hoy, después de una larga restauración, el Casino continúa siendo el edificio público más emblemático de la ciudad. Un patio neo-nazarita construido a principios de siglo XX por Manuel Castaños inspirándose en las suites reales de la Alambra granadina sirve de transición entre el vestíbulo y los salones centrales. La biblioteca guarda el mismo ambiente silencioso y ceremonial que cuando fue inaugurada en 1916. El tocador de señoras es otra soberbia pieza decimonónica, decorada con frescos alegóricos a la noche y a la diosa Selene. Pero la pieza más noble del edificio es el Salón de Baile, con su lámpara de araña de 110 bombillas y 620 piezas diferentes de cristal tallado que ha sido testigo privilegiado de los mejores acontecimientos sociales de la ciudad.
7. Lorca.
Le llaman la Ciudad del Sol porque en este rincón del valle del Guadalentín, paso clave en las comunicaciones entre Levante y Andalucía, abundan los días sin nubes. Es una de las ciudades monumentales de Murcia, con larga y compleja historia. A destacar el casino, ecléctico recuerdo de tiempos pasados; sus muchas mansiones solariegas, como la de los Moreno, hoy convertida en museo Arqueológico, o el Palacio de los Guevara, la mejor obra de la arquitectura civil barroca murciana. Donde mejor ha quedado grabado el esplendor de Lorca es en las piedras añejas de la plaza de España. En el año 2011 un devastador terremoto dañó estructuralmente gran parte del patrimonio lorquino, afectando a más de una treintena de edificios, iglesias y monumentos históricos. Para su restauración, se puso en marcha un Plan Director para la Recuperación del Patrimonio Cultural de la ciudad.
Más info. Oficina de Turismo de Lorca.
8. Aledo.
La descripción del itinerario entre Murcia y Almería que hizo el geógrafo árabe Al Idrisi en el siglo XII cita ya la fortaleza de Aledo, un pueblo donde la vida discurre a un ritmo sosegado por unas callejas estrechas y frescas a las que asoman casas de teja moruna y paredes encaladas, apretujadas unas contra otras, como si temieran caer rodando por los riscos sobre los que se aúpan la fortaleza y el pueblo. Lo que ha hecho famoso a Aledo es la torre de La Calahorra, un fortín construido en el siglo XI, uno de las más antiguos de la región, que domina el valle desde una peña. Contiguo al castillo se levanta la iglesia de Santa María, un templo barroco con dos torres gemelas. Cada 6 de enero las tranquilas calles de Aledo se ven desbordadas por una marea de gente que acude a ver su famoso Auto de los Reyes Magos, un antiquísimo drama litúrgico que interpretan los vecinos del pueblo.
Más info. Oficina de Turismo de Aledo.
9. Las encañizadas del Mar Menor.
En las golas naturales que unen los dos mares, el Mar Menor y el Mediterráneo, o como le llaman los murcianos, el Mar Mayor, se desarrollo desde tiempos inmemoriales un arte de pesca conocido como encañizada. Se trata de un laberinto de redes y cañas que los pescadores colocan en mitad de esos canales para capturar a los peces que vienen del Mediterráneo. La técnica sigue empleándose hoy día en las golas finales de La Manga, el último espacio libre de carreteras y de torres de apartamentos; una zona ZEPA de protección ambiental donde una empresa mantiene este arte de pesca, pese a que el turismo ha sustituido a los oficios artesanales de la zona. Una de las capturas más populares es la del mújol del Mar Menor, un pescado muy sabroso con el que se prepara el célebre caldero murciano. También se pescan doradas, magres, lubinas y chirretes.
Más info. Oficina de Turismo de la Región de Murcia.
10. Moratalla.
Moratalla es la población que da nombre a la principal sierra del Noroeste. Junto con Cehegín, es la localidad con más encanto de Murcia. Pero aquí no hay grandes monumentos ni edificios superlativos. El sabor de Moratalla radica en las minucias, en ese tipismo de los pueblos serranos de calles angostas y empinadas, jubilados tomando el sol en la plaza del pueblo, bares de vinorro, carajillo y partida de dominó, y el agradable saborcillo que deja la vida al discurrir a un ritmo sosegadamente humano. El valor añadido de Moratalla es su entorno natural. Destino clásico de fin de semana para miles de murcianos, Moratalla cuenta en sus cercanías con el único río de la región, aparte del Segura, que mantiene caudal en superficie durante todo el año: el Alhárabe. A unos nueve kilómetros de Moratalla, el Alhárabe forma una serie de pozas y resaltes conocidos como La Puerta, una de las zonas naturales más agradables de toda la provincia.
Más info. Turismo de Moratalla.
11. Un buceo en Cabo de Palos.
Los bajos del cabo de Palos forman un rosario de cabezas de roca que suben desde 50 metros hasta casi rozar la superficie para formar uno de los ecosistemas de vida marina más generosos de la costa española, además de un inmenso cementerio de barcos que a lo largo de la historia han dejado su casco en estas traicioneras puntas de roca. Protegidos bajo la figura de Reserva Marina, los bajos de Enmedio, la Testa, Piles I y Piles II son refugio de casi todas las especies mediterráneas: meros enormes, corvinas, pulpos, morenas, castañuelas, barracudas, tembladeras e incluso águilas de mar. Más complicado es visitar el bajo de Fuera, más alejado de la costa. Conocido por los más viejos de Cabo de Palos como la Roca del Vapor, pues en él encalló el más famoso de los navíos hundidos en esta cordillera submarina, el Sirio, un vapor de pasajeros italiano que el 2 de agosto de 1906, cuando navegaba hacia Brasil, se clavó en él, provocando un naufragio en el que murieron 500 personas. Sus restos reposan esparcidos por las laderas del bajo de Fuera junto con el de otra docena larga de buques de todas las épocas que tampoco supieron ver el peligro a tiempo.
Más info. Oficina de Turismo de la Región de Murcia.
12. Sierra Espuña.
Espuña es un espejismo de verdor en las resecas tierras del sureste. Este Parque Regional, por el que los murcianos sienten gran afecto, fue objeto de un modélico proyecto de reforestación a cargo de Ricardo Codorniú, que consiguió devolver la cubierta verde que había desaparecido debido a la tala excesiva. Una red senderos de pequeño recorrido, señalizados con marcas blancas y amarillas, permiten recorrerlo de punta a punta. Entre los más recomendables están la senda de Fuente Alta, los senderos de La Santa y Aledo y el de la Umbría del Bosque. Arriba encontraremos los famosos Pozos de la Nieve, construcciones que se remontan al siglo XVI y que servían para recoger las primeras nieves que llenaban estas cavidades de forma cilíndrica de 12 metros de profundidad y hasta 14 metros de diámetro. En verano, el hielo era transportando por las noches en carros hasta las ciudades.
Más info. Oficina de Turismo de la Región de Murcia.
Fuente: blog del País de Paco Nadal